Enamorarse significa sentir emoción, entusiasmo, alegría… y deseos de compartir el disfrute. Todo esto, y mucho más, lo brinda Cádiz al viajero, al forastero, al turista y a quien habita en sus espacios milenarios. Es por eso que quien llega a “Gadir” -como se llamó originalmente- se enamora de esta ciudad, catalogada como uno de los diez destinos turísticos más importantes del mundo.
Llegar a Cádiz por tierra o mar, en coche, en tren o en barco, y encontrarse con el encanto de su bahía, su inmenso puerto, sus flamantes playas, sus calles y edificaciones -que dan cuenta de su gloriosa historia-, así como su amplia oferta gastronómica y festiva… es como llegar al paraíso.
Caminar por Cádiz es una experiencia relajante. Y hay que caminarla y pasearla de punta a punta. No tiene muchos altibajos, lo que constituye una grata experiencia en el recorrido de sus callejuelas, la ciudad antigua, la parte nueva, sus parques y el subyugante malecón. Más que tomar fotografías de sus pintorescos espacios, vale la pena también pasear conscientemente con la mirada por sus esquinas, sus casas, palacetes, puertas, ventanas y rincones que se quedan alojados en el recuerdo como una invitación a volver.
El paseo sugerido por Cádiz contempla además un recorrido por su música, que vive y vibra en todas partes y a toda hora. No en balde son de Cádiz afamados compositores, ejecutantes y cantaores. De acá son precisamente “Las alegrías”, el palo flamenco más resaltante, un cante que incita a la fiesta, la diversión y, por supuesto: a la alegría.
Cádiz recibe con los brazos abiertos y con lo mejor de su espíritu: la calidez de su gente. Por todas esas maneras gaditanas de invitar al buen vivir, podemos afirmar que Cádiz es un paraíso de enamoramientos.
Estoy de acuerdo. Visité Cadiz y me fascinó. Quedé con deseos de volver !
Quiero ir a Cádiz, quiero sentir su música, sus playas, su arquitectura. Debo tomarme mi tiempo para enamorarme de nuevo